Una izquierda progresista

Por: Patricia González Miranda

Soy amante del progresismo, aquella doctrina que lucha por la defensa de los Derechos Humanos fundamentales, universales, de igualdad, libertad y justicia. Desde la historia en la Revolución Francesa en 1789 en donde se proclamó por primera vez la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en donde inicialmente se utilizó la palabra “derecha” con los Girondinos quienes utilizaban el lado derecho de la Asamblea Constituyente en 1791 e “izquierda” con los Jacobinos quienes se sentaban en el ala izquierda.

Los Girondinos fueron los republicanos de carácter moderado que representaban los intereses de la alta burguesía y los Jacobinos constituían el ala radical de la revolución, en oposición a los más moderados Girondinos. Los Jacobinos velaban por la voluntad popular emanada del interés comunitario. De ahí nace esta doctrina que busca garantizar igualdad de condiciones sociales y económicas.

Aunque la izquierda siempre tiende hacia el cambio, mientras el conservadurismo pretende que no haya modificaciones a la estructura social o económica, el progresismo va más allá de las convicciones izquierdistas moderadas.

El progresismo de izquierda siempre va a perseguir la laicidad, una democracia participativa con pluralidad y diversidad de opiniones de la sociedad, un pragmatismo, un rompimiento del status quo en favor de las clases medias y bajas y un vanguardismo en donde se respete la ideología de la comunidad así como la libre expresión responsable.

Una izquierda progresista encamina a ideales participativos, de trabajo digno y social profundizando en los derechos. Pregonar con la transparencia y ética tanto personal como colectiva. También busca el desarrollo cultural, económico y social de los pueblos, impulsando el crecimiento económico a través de políticas justas que distribuyan el ingreso más participativamente y que por ende, permitan forjar una economía más sólida y que fomente el crecimiento interno de la economía. Esto es, se predica el crecimiento económico controlado, donde el capital no abuse del trabajador y que mantenga un balance social adecuado.

El progresismo crea instituciones que protejan a la sociedad de los abusos y codicia de los poderosos que usualmente, no todos, buscan traer la mayor cantidad de riqueza posible hacia sí mismos, creando inequidades y abusos económicos.

México en los años 50 y 60, incluso parte de los 70 reflejaba estas políticas económicas donde se crearon instituciones de protección pública como el IMSS e ISSSTE, baluartes del progresismo socialista que imperaban en el país y que al menos hasta los 70, nos mantuvo muy a la par con Estados Unidos.

Se ha destruido la industria y empobrecido a la nación, con un mercado mucho más débil y muy dependiente de fuerzas externas al país sin haber beneficiado a casi nadie en México, excepto unas pocas familias que lograron acaparar toda la riqueza en las últimas cuatro décadas. Sin poder de compra, no hay quien pueda sostener un mercado interno y por lo tanto la industria ha tendido a desaparecer y con esto se pierden dividendos e impuestos que debieran haber beneficiado al país.

Los detractores de MORENA, entonces, no toman en cuenta todo el daño que se hizo anteriormente y que ha resultado en las debilidades estructurales que se han hecho muy obvias con los últimos apagones, causados enteramente por la falta de visión de los regímenes neoliberales anteriores, así como la destrucción de los recursos internos causada por estos y por la dependencia de suministro de gas en Estados Unidos.