Por Roberto Cienfuegos J.

No, en absoluto. México y los mexicanos, al menos una inmensa mayoría, queremos una relación excelente con Estados Unidos. Hace mucho más que un siglo, es cierto, en febrero de 1848, fueron suscritos los Tratados de Guadalupe-Hidalgo que nos costó más de la mitad del territorio nacional ante los apetitos territoriales de esa época del vecino del norte.

Así fue. Pero eso es historia. Hoy, más de 150 años después de aquel episodio histórico, tenemos una cercanía casi absoluta con nuestro vecino. A prácticamente ningún mexicano se le ocurre que deberíamos pelearnos con nuestro socio, vecino y principal destino para millones de mexicanos que viven, trabajan y envían prácticamente todos los días miles de dólares a los mexicanos de este lado de la frontera, por donde pasa hasta el 90 por ciento de bienes producidos en México, y que la convierten en la frontera más activa del mundo.

Sería largo hacer una lista de los intercambios humanos, culturales, económicos, comerciales, políticos y de todo tipo entre ambos países. Difícilmente dos países están tan entrelazados de manera cotidiana como México y Estados Unidos. Así que prácticamente nadie -insisto- desea o tiene en mente una pelea, un conflicto o mantener una mala relación con Estados Unidos, cuyo poderío además nos pondría en total desventaja e implicaría costos incalculables, y peor aún, estúpidos para México.

Por muchos años, México y sus gobiernos, aún los neoliberales hoy día tan satanizados, tuvieron que desplegar una diplomacia inteligente, más que de fuerza o conflictiva, ante su similar estadunidense. México ganó prestigio y respeto internacional en buena parte del siglo XX por su diplomacia, que bastó y sobró para preservar su soberanía y aún para aliviar y gestionar de manera exitosa conflictos potencialmente graves como su posicionamiento en plena Segunda Guerra mundial, el franquismo, las relaciones con China, Cuba, las dictaduras del cono sur, y de manera destacada la guerra centroamericana en los 80`s, el Grupo Contadora y/o el Pacto de San José. No ha sido sólo esto, hubo mucho más, pero bastarían estos hitos de la diplomacia mexicana para darse cuenta de cómo discurrió el país al lado de una potencia como Estados Unidos.

Así que nadie, nadie al menos sensato, querría un conflicto con Estados Unidos. Así sean adversarios, críticos u opositores. Las relaciones inteligentes entre nuestro país y el vecino del norte llevaron incluso a sellar un tratado comercial con potencias como estados Unidos y Canadá. Ese tratado ha marcado una diferencia para México, así se haya suscrito en la hoy estigmatizada época neoliberal. Y aunque maldecida esa época desde el discurso oficial, ese tratado sigue vigente y constituye una palanca de desarrollo y oportunidades económicas, comerciales y aún de inversiones. Así que otra vez, y aunque se le critique de manera cotidiana desde los predios del poder hoy, a nadie se le ocurre desterrar esa alternativa mexicana, que sustenta una buena parte del desarrollo y la infraestructura comercial mexicana.

Así que cuando se dice que la oposición, los adversarios, los otros, quisieran una «relación mala» con el vecino, pues simplemente se falsean los hechos y aún los intereses del país.

La historia de las naciones, como las de las personas, es implacable, pero incambiable o inmodificable. Es como pretender una disculpa de España o del Vaticano por hechos ocurridos hace más de 500 años. Lo importante es construir un futuro, no mirar al pasado con una nostalgia inservible e inútil. La inteligencia que prodiga la historia es el camino hacia el futuro, no el solaz para el pretexto cotidiano, permanente e inútil.

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@RoCienfuegos1