El animal político de Macuspana

Pueden y aún deben señalarse cosas de muy diferente signo, orden e impacto del gobierno que encabeza López Obrador, pero nadie debería subestimar la capacidad y experiencia política del hoy inquilino de Palacio Nacional. En esto sí que hay una diferencia sustantiva y/o hasta abismal con los mandatarios “neoliberales” del pasado reciente, unos niños de tetero comparados con el animal político de Macuspana, fraguado a ras de tierra por muchas décadas. Se dice fácil, pero la trayectoria política de López Obrador marca un agudo contraste con sus antecesores, aún incluso con su némesis llamado Carlos Salinas de Gortari.

López Obrador tiene además la ventaja de conocer sobradamente a sus adversarios, en particular a los que fueron sus correligionarios en el PRI, e igual a los que hacen parte del PAN. Se formó en el PRI y conoce a fondo las entrañas del alicaído tricolor, que tras la derrota presidencial del 2000 y aún con la recuperación de la presidencia en 2012 con Enrique Peña Nieto, sigue sin constituir a la fecha un referente del poder político en México. El PRI, mucho menos por la cauda de corrupción que lo persigue. De hecho, Peña Nieto, ensoberbecido por el regreso priísta a Los Pinos, envió al otrora invencible un peldaño más abajo en su caída al sótano trigarante de la política mexicana.

El hoy presidente conoce además a los principales actores políticos del PAN, no los más novatos que de repente apenas y dan brincos reaccionarios, sino a los panistas históricos, cuyos números y presencia se desdibuja en forma creciente. Ni hablar de Calderón Hinojosa y menos aún de su esposa Margarita. Prácticamente nada nuevo bajo el sol y poco que aportar a las filas de la oposición.

Se añade que López Obrador tiene poderosos brazos que lo ayudan de manera formidable a sofocar cualquier intento, si es que lo hubiera, de aquietar a la llamada oposición en la escena nacional. Raquel Buenrostro, al frente del SAT y Santiago Nieto, más el fiscal Gertz Manero, cierran la pinza cada vez que se torna necesario. Así que, al menos por ahora, poco terreno cederá a la oposición, a sus adversarios. Después de todo, éstos no tienen cómo construir una agenda y mucho menos los medios para avanzarla. Hablan por ellos los tres años de lopezobradorismo. Así que López Obrador, no sólo lo sabe sobradamente, sino que juega con ellos, se entretiene y aún divierte.

Este es un factor clave que abona a su favor y popularidad. La ciudadanía ha dado pruebas sobradas de que prefiere a López Obrador que a una oposición que, si acaso, sólo ha sido capaz en los tres últimos años de dar de gritos y sombrerazos. Más nada. Aún incluso los avances de la alianza Va Por México en las elecciones de junio pasado fueron en parte inducidas por algunos cuatroteros resentidos o en pugna intratribal.

Pero hay una parte aún más preocupante, se trata de quienes ya dejaron de alterarse por los saldos de este gobierno. Les preocupa mucho más que la 4T ratifique su mandato en 2024, lo que expresa el sentimiento de orfandad en las eventuales opciones o alternativas políticas hacia el relevo presidencial. Por eso, Amlo sigue en lo suyo: la política, que es su mero mole, servido con el favor y fervor popular que campea en un país con índices de escolaridad promedio de nueve años, así sostener esto sea políticamente incorrecto, y en medio de un mar creciente de pobreza, que atiza el fervor hacia un gobierno que dice representarlos y servirles de todo corazón.

Las recientes invitaciones a los gobernadores salientes de Sinaloa, el priista Quirino Ordaz, y de Nayarit, el panista Antonio Echavarría, para que se sumen a la 4T, constituyen un macanazo de jonrón del presidente. Le saldrá barato o casi regalado el toletazo, pero le dará nuevas carreras de hit. Es el juego de la política que va ganando el mandatario ni duda cabe, y quien cada mañana sonríe, casi con sarcasmo, ante el famélico escenario que le obsequian sus adversarios, que siguen sin atinar a describir cuál es la jugada en el diamante. ro.cienfuegos@gmail.com

@RoCienfuegos1