roberto cienfuegos

La mala noticia y desventaja al mismo tiempo es que llegó a México, como era más que previsible, la temida variante del coronavirus Ómicron. La enorme ventaja es que ya tenemos experiencia en lidiar con este virus. Un punto adicional que podemos y debemos usar a nuestro favor es practicar lo que ya sabemos para impedir una nueva ola de enfermos y muertes, y conjurar los peligros de un eventual e indeseable frenón y/o cierre económico que pudiera dar al traste con la incipiente recuperación en curso.

Aun cuando es todavía prematuro anticipar vísperas sobre la gravedad y eventual letalidad asociadas con Ómicron, los indicios parecen menos preocupantes de lo que se ha previsto. Así lo confirmó el médico Anthony Fauci, principal asesor sobre la Covid-19 del gobierno del presidente Joe Biden de Estados Unidos.

Expuso el experto con base en las primeras informaciones que la nueva cepa del coronavirus podría no provocar daños tan graves como Delta y otras variantes, lo que significa que pudiera  no representar un alto grado de severidad. ¡Enhorabuena!

Mas eso no significa echarnos en la hamaca, como dicen nuestros connacionales sureños. Hay que estar prevenidos de que aún faltan estudios concluyentes o, al menos, más sólidos, sobre Ómicron para determinar su potencial exterminador.

En consecuencia, echemos mano de la experiencia acumulada en los prácticamente dos últimos años de pandemia del coronavirus para aminorar el embate de esta nueva variante. Sabemos en primer lugar el saldo del coronavirus. Lo hemos pagado con la tragedia de la enfermedad y la muerte. De igual forma, con un impacto económico que sabemos sin precedentes, pero que aún está por evaluarse con mucha más certeza. El virus ha dislocado además la vida cotidiana de todos los mexicanos y por supuesto de todas las personas en el mundo entero. Tenemos el alivio de las vacunas y hospitales y personal médico con un conocimiento más amplio sobre el manejo de la crisis. No es poco, y es mucho si consideramos el costo de este aprendizaje, dramático y triste, doloroso.

De igual forma, sabemos de una mejor manera cómo actuar para protegernos e impedir contagios y muertes. Las medidas sanitarias que conocemos sobradamente y que incluyen -hay que repetirlo- la sana distancia, el lavado de manos, el uso de cubrebocas, la mejor ventilación de espacios cerrados, el consumo de ciertos alimentos -cítricos sobre todo- y aún el rehusarnos a participar en reuniones amplias y tumultuosas, deberían bastar o servir de antídotos preventivos para este mal sanitario. Sobra decir que no cuesta demasiado acatar las normas, y más aún, resulta un costo ínfimo frente al que representa el contagio y la enfermedad.

Añádase el costo económico que representa este fenómeno de sanidad pública. Sabemos lo que costó a México en 2020, un desplome del 8,3 por ciento del Producto Interno Bruto del país, con la consecuente pérdida de empresas y empleos y el crecimiento de la pobreza.

¿Será suficiente todo esto que sabemos para enfrentar con éxito Ómicron? Ojalá. Es un asunto de salud pública y económica. Actuemos para que lleguen buenas noticias.

@RoCienfuegos1

ro.cienfuegos@gmail.com

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Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y Maestro por la Universidad Politécnica de Tulancingo de Bravo, Hidalgo.Coberturas internacionales en Brasil, Colombia, Dinamarca, Jamaica, Perú, Taiwán, y Trinidad y Tobago. Corresponsal de Excélsior y Notimex en Estados Unidos y en Venezuela.Su trabajo aparece en McGraw-Hill, la revista colombiana Dinero, las agencias noticiosas Ansa, United Press International, Xinhua, Notimex, La Opinión de Los Ángeles, Hoy, The Dallas Morning News y Tiempos del Mundo.@RoCienfuegos1ro.cienfuegos@gmail.com