Por Roberto Cienfuegos J.
Negar, ocultar, disimular o peor aún, mentir sobre el comportamiento trágico de la Covid-19 en México sólo agravará los saldos de la pandemia que ya cobró las vidas de más de 60 mil compatriotas, el escenario catastrófico cumplido, y tiene en peligro a más de medio millón de mexicanos que sin duda batallan para dejar atrás esta pesadilla sanitaria.
Es un hecho que las mentiras matan y que la negación, ocultamiento o disimulo de las cifras que a diario siguen sumando no constituyen una política pública moral y humanamente aceptable. Mucho menos, eficaz. Tampoco es aceptable humana y éticamente solazarse con los números crecientes de muertos e infectados que cada 24 horas nos suministran las autoridades sanitarias del país. Pero aun así es irresponsable apostar por el fracaso de las acciones sanitarias que han emprendido las autoridades del país, en sus tres niveles, con la idea de contener la expansión de la enfermedad y la muerte. Constituye una apuesta y aún un cálculo criminal.
Asumir o suponer que un número mayor de fatalidades o personas contagiadas arrojará dividendos de la naturaleza que se pretenda y/o apetezcan sólo refleja ruindad humana y política.
Como en otras circunstancias trágicas para el país, entre ellas y por referir algunas los estallidos de San Juanico en noviembre de 1984, los terremotos del 85, las explosiones en Guadalajara en 1992 y aún los sismos de hace apenas tres años, es tiempo de solidaridad y responsabilidad social ante la Covid-19.
El uso de los barbijos, la mascarilla de acetato, el lavado frecuente de manos y la sana distancia, constituyen los recursos mínimos, inmediatos y útiles que cada mexicano debería usar y acatar con el propósito de contener y aminorar las cifras de contagios y muertes, lo indique o no el gobierno.
La víspera, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) hizo ver que la pandemia en las Américas se ha poco más que duplicado en las últimas semanas, lo que –dijo- hace aconsejable reforzar la localización de contactos y la gestión de datos en momentos en que muchos países están reanudando sus actividades.
Según la OPS, el número de nuevas infecciones por COVID-19 reportado en las Américas pasó de 5,3 millones el 1 de julio a más de 12 millones de casos a la fecha.
«La atención primaria de salud debe estar en el centro de la respuesta: detectando los casos, actuando para contener la transmisión y brindando atención oportuna en la comunidad», dijo la Directora de la OPS, Carissa F. Etienne, a periodistas.
«No podemos detener la transmisión por completo, pero si los países se mantienen atentos y amplían las pruebas y la vigilancia, pueden detectar mejor los picos en el número de casos y actuar rápidamente para contenerlos antes de que se descontrole la situación”, alertó la funcionaria, tras señalar que «en demasiados lugares, parece haber una desconexión entre las políticas que se están implementando y lo que nos dicen las curvas epidemiológicas”, lo que no es “una buena señal. Desear que el virus desaparezca no funcionará, y esto sólo dará lugar a más casos, como hemos visto en estas últimas seis semanas», subrayó.
Etienne es una voz autorizada, seguramente desprejuiciada, y sí interesada en contribuir desde su cargo y responsabilidad en la contención de la pandemia.
Después de todo, añadió, «hoy en día contamos con buenas herramientas: datos que muestran dónde están las zonas con mayor incidencia, protocolos de localización de contactos para que la transmisión sea menor y medidas de salud pública para reducir el riesgo de exposición. Tendremos herramientas aún mejores en el futuro: pruebas mejoradas, tratamientos más efectivos e incluso vacunas. Los gobiernos locales y nacionales deben usar de manera estratégica estas herramientas, tanto las antiguas como las nuevas, para lograr el impacto deseado «, remarcó.
¿Sería demasiado escucharla y sobre todo acatarla a nivel de piso? Están en juego la vida y la salud de millones. Algo hay que hacer y de inmediato.
@RobertoCienfue1