Agosto me exige escribir sobre Rosario Castellanos, ese mes reconoce que sin querer nos dejó sin ella porque un día siete ella murió cuando, recién salida de bañar, intentó conectar una lámpara. Todo pasó en Israel, donde ella era embajadora de México. Solamente tenía 49 años.
En efecto, ella nació el 25 de mayo de 1925. Aunque su nacimiento ocurrió en el Distrito Federal, ella siempre fue de Chiapas, por eso a los pocos días de nacida, su familia regresó a ese estado mágico, pobre y bello. Enfrentó la muerte de su hermano. En todas sus biografías se dice que Rosario de pequeña escuchó a su madre que lamentaba más que se haya muerto el varón y no Rosario. Por eso fue una pequeña tímida, solitaria e insegura que encontró en la escritura su mejor manera de expresarse. En sus años de adolescencia regresó a la Ciudad de México para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1950 presentó su tesis titulada: Sobre cultura femenina, y en su examen profesional defendió con ironía y de manera sagaz sus argumentos. Señalaba una falta de identidad femenina y una ausencia de imágenes positivas, pues la sociedad se encargaba de reiterar aspectos negativos: debilidad, torpeza e incapacidad intelectual. Indicaba que por tradición se estaba subyugado, más no por destino. Concluyó que los hombres crean cultura como una forma de perpetuarse a sí mismos mientras que a las mujeres les han hecho crear que ellas lo logran por medio de la maternidad. Sin embargo, consideró que hay quienes se “cuelan” en ese mundo cultural y su presencia ya delata que las mujeres no son ajenas a esa otra forma de hacerse visibles con otro tipo de expresiones y acciones, no solamente con el hecho de ser madres.
Poco a poco destacó con sus poemas, novelas y cuentos hasta convertirse en la escritora más importante de México. Fue tan fiel a sí misma que pudo hacer un auténtico autorretrato de sí misma: Cada uno de sus poemas delató la fuerza de su inspiración y la sensibilidad de sus almas. Metáforas donde representó la condición femenina y su esencia de mujer, entre pasiones, goce y masoquismo, dolor y soledad, reconocimiento y amor a sí misma.
En su obra narrativa dio voz a los que no habían sido escuchados ni vistos por la sociedad. En 1957 al escribir Balún Canán, hizo visible las condiciones de la población indígena. La vida femenina fue retratada con crudeza y sensibilidad en Álbum de familia, cuentos publicados en 1971. Fue crítica de la sociedad machista y presentaba argumentos y reflexiones que la confirman como una de las primeras estudiosas de la situación de las mujeres. El libro Mujer que sabe latín, es un ejemplo de ello:
Se casó y se divorció, tuvo un hijo al que llamó Gabriel, impartió clases en la Universidad Nacional Autónoma de México donde también fue titular de la dirección de información y prensa. Fue el expresidente Luis Echeverría quien la nombró embajadora en Israel. El reconocimiento a su trayectoria fue determinante para que se convirtiera en la tercera mujer en la Rotonda de Personas Ilustres. En su lápida puede leerse: “Sabed que entre mis labios de granito quedaron detenidas las palabras”. Con la sensibilidad que le caracteriza, Elena Poniatowska narró así el adiós a Rosario: