· Peor el remedio que la enfermedad
· En realidad, los meten en cárceles
Pareciera que el fenómeno de los pequeños migrantes, sin compañía, se ha agravado, en perjuicio de ellos, en la administración Biden.
En las instalaciones – con licencia y sin licencia- donde los pequeños son “albergados”, que más bien son cárceles, en espera de que algún familiar se fije en ellos, llegan al grado de sufrir ataques de pánico, por la incertidumbre de su destino y la desesperanza en que los mantienen las autoridades.
Deberían de estar presos unas dos semanas cuando mucho, pero permanecen meses. Y su situación se ha hecho más dramática.
Un reporte de la Prensa Asociada del fin de semana pasado (domingo 14 de junio) revela que la cantidad récord de migrantes menores de edad puso a prueba al gobierno de Biden. Entre febrero y mayo del presente año, las autoridades se hicieron cargo de casi 60,000 menores que cruzaron la frontera México-EU solos, sin sus padres. Y más bien que van al otro lado en busca de sus padres por lo general.
A estos pequeños migrantes las autoridades estadounidenses los meten en albergues, autorizados y no autorizados, en espera de un familiar que los rescate. Pero pasan días, semanas, meses, y los menores sufren ataques muy severos: sus puños parecen pelotas y tienen temblores en el cuerpo.
Sobreviven en medio de la desesperación y el estrés; algunos tienen marcas en los brazos, que parecen indicar que trataron de lastimarse.
Tan riesgosa es esta situación que los voluntarios que cuidan a los niños fueron instruidos a eliminar tijeras, lápices e incluso cepillos de dientes que pudieran ser usados como armas.
Las condiciones de los albergues generan alarmas acerca de porqué toma más de un mes, término promedio, entregar a un menor a su familiar, cuando la mayoría tienen familiares en Estados Unidos.
Las condiciones descritas por una voluntaria que pasó dos semanas de mayo en el albergue de Fort Bliss, en El Paso, Texas, ponen de manifiesto la desesperación y el estrés de miles de niños, a la espera de reunirse con algún familiar que vive en Estados Unidos.
Las condiciones generan alarmas acerca de porqué toma más de un mes, término promedio, entregar a un menor, cuando la mayoría tiene familiares en Estados Unidos.
“Creo que todo el mundo admite que ningún menor debería pasar más de dos semanas en estos albergues de emergencia”, expresó Aaron Reichlin-Melnick, consejero del American Immigration Council, al reportero de la Prensa Asociada.
Activistas han pedido que el gobierno asigne más fondos para facilitar la entrega de los menores a sus familiares y que quienes no tengan parientes o amigos que los patrocinen vayan de inmediato a instalaciones con licencia, que deben contar con un empleado a cargo de los menores por cada ocho niños durante el día y una persona capaz de ofrecer terapia psicológica por cada 12 menores.
Una voluntaria, cuyo nombre permanece oculto por temor a represalias del gobierno, dijo que conoció chicos que llevaban 54 días encerrados. Vio niñas joviales que se tornaban irritables y dormían tanto que había que despertarlas para que comiesen.
Varios menores tuvieron ataques de pánico tras ver que sus amigos se iban para unirse a sus familias. Un día hubo que llamar ambulancias cuatro veces por esta razón, según la voluntaria.
“Los paramédicos venían a la carpa y se los llevaban en camilla porque tenían los puños cerrados con fuerza. La cabeza a veces se inclinaba hacia un lado y temblaban. Era obvio que era algo que no controlaban”, expresó.
Presuntamente, el objetivo del gobierno de Biden es que los menores se reúnan con sus padres o patrocinadores lo más rápidamente posible, pero este proceso toma tiempo y requiere de entrevistas, revisión de antecedentes y, a veces, visitas domiciliarias.
“Una de las preguntas que tengo es por qué siguen reteniendo a menores en sitios como Fort Bliss (uno de los albergues más conflictivos), cuando se dice que las condiciones de ahí son tan malas, si hay otros sitios, como Pomona”, señaló la activista.
Ninguno de los albergues de emergencia puede atender como corresponde a menores que acarrean el trauma de haberle huido a la violencia de sus países, según Leecia Welch, abogada de National Center for Youth Law (Centro Nacional para las Leyes Juveniles), organización sin fines de lucro que está pendiente del trato a los menores migrantes en instalaciones del gobierno.
Así las cosas. A Biden le está saliendo peor el remedio que la enfermedad.