arturo moreno

Tras los acontecimientos perpetrados por Rusia bajo el liderazgo de Vladimir Putin contra Ucrania queda de manifiesto que el gran oso ruso se levanta y no descansara hasta que, acorde a su visión, las repúblicas que formaron la extinta URSS si bien ya no son parte del imperio soviético deben cierta fidelidad a la “madre Rusia” por lo que una clara señal de enfrentamiento se da cuando cada una de éstas repúblicas buscan sus propios intereses bajo su propia soberanía sin interferencias ni pedimentos rusos para tomar decisiones independientes.

Rusia simplemente no puede tolerar varias situaciones que la hacen vulnerable como es el caso de proyectar que cada república que formaba parte antes de la URSS ahora tenga su propia soberanía, también la hegemonía económica por la que Rusia depende para mantener a Europa bajo su merced y por ello los gasoductos que pasan por las extintas repúblicas de la URSS deben seguir manteniendo una relación estrecha con Rusia y su gobierno bajo sus demandas, claro.

La llamada guerra fría término aparentemente aquel lejano 1991 del siglo pasado y Rusia al desintegrarse perdía así su hegemonía sin embargo al parecer, y ahora queda por asentado, el extinto país soviético demuestra quien es el verdadero poder absoluto en Europa del este. Los países occidentales simplemente han visto caer al régimen ucraniano y esperan que con esta intervención armada relámpago que se ha dado en Ucrania queden finiquitadas las necesidades de hegemonía rusas.

Un evento similar ocurrió en otro inicio de un conflicto armado que no se esperaba se convirtiera en algo catastrófico y sin embargo se salió de control transformándose en un conflicto bélico mundial y todo por no parar a tiempo las demandas de aquel país que iniciaba así su expansión por Europa de acuerdo al plan de supremacía en el continente y más tarde el mundo.

 

La realidad estalló ante los ojos británicos en marzo de 1939 con la ocupación nazi de Checoslovaquia. El apaciguamiento había llegado a su fin y Gran Bretaña y Francia prometieron apoyar a Polonia en caso de ser atacada. El pacto germano-soviético en agosto de 1939 abrió el camino al ataque alemán a Polonia y a la guerra general.

La política de apaciguamiento se reveló como un rotundo fracaso: lejos de satisfacer a Hitler, la actitud de Chamberlain persuadió a Alemania de que Francia y Gran Bretaña permanecerían de nuevo inactivas si atacaba a Polonia. De hecho, facilitó el estallido de un conflicto que iba a superar con creces los horrores de la primera guerra mundial.

Cuando Neville Chamberlain accede al cargo de primer ministro lo único que hace es continuar una política bien asentada. Chamberlain, por un lado, pensaba, equivocadamente, que Hitler era un hombre con el que se podía llegar a acuerdos, por otro lado, desconfiaba profundamente de la URSS. Esto explica su tácita aprobación del Anschluss en 1938 y su convicción, cuando estalló la crisis de los Sudetes en 1938, de que el pueblo británico no iría a la guerra «por una disputa en un lejano país entre gente de la que no conocemos nada».

La firma del Pacto de Münich era la consecuencia evidente de este planteamiento. Lo cierto es que la mayor parte de la opinión pública británica vitoreó a Chamberlain a su regreso de Münich. Era el hombre que había conseguido «la paz para su tiempo».

Una paz que aparentemente sería duradera y contendría las ansias expansionistas de los nazis que al final solo fue el preámbulo de una conflagración de tamaño inimaginado hasta entonces que paso a la historia como la II guerra mundial.

Salió caro no contener a tiempo a la Alemania nazi así como no contener a Rusia hoy por hoy muy probablemente puede salir también muy caro, cuidado mundo ¿tú lo crees?… Sí yo también.